Cuando hasta los anuncios de Axe se quedan cortos…
Ivrea vuelve a publicar Love Hina, y Yowu ofrece Monster Musume, dos títulos muy diferentes pero que ofrecen una historia muy similar que a los aficionados más veteranos ya les sonará.
No es ningún secreto que el manga (y el mundo del entretenimiento en general) juega mucho con los sueños y anhelos de la gente (ser un superhéroe, un deportista de éxito, un ligón irresistible…). De esta forma, no es raro que uno de los tipos de shonen más habituales sea aquel protagonizado por un chico más bien del montón, con el que los aficionados pueden fácilmente sentirse identificados, al que de pronto le llueven tiarracas a cual más buena que, sin motivo ni explicación aparente, caen rendidas a sus pies. De manera que él puede demostrar que, pese a ser feo, flojucho, malo en los estudios, etc, en realidad es una maravillosa persona de la que lo raro sería no enamorarse, por mucho que tú seas una tía que está muy por encima de sus posibilidades (vamos, una de las ideas básicas del romanticismo en los mangas para chicos).
Quizá el primer título de estas características famoso en España fue Maison Ikkoku, de Rumiko Takahashi (sí, la de Ranma e InuYasha), publicado en un primer momento por Planeta bajo el nombre que recibió la versión de TV que nos llegó (Juliette je t’aime) y en esos mini tomitos de 48 páginas de los que tan malos recuerdos tenemos los otakus de primera generación, y posteriormente editado íntegramente por Glenat ahora sí en tomos gordos. Era de corte clásico, y nos contaba cómo el protagonista intentaba ganarse el corazón de la viuda dueña de la pensión en la que vivía. Aquí todavía no era demasiado apabullante el número de féminas que caían bajo los incomprensibles encantos del prota y el nivel de carne mostrada se mantenían en un nivel prudente, reservado sólo para los momentos más embarazosos.
El siguiente probablemente fue Video Girl Ai, de Masakazu Katsura, publicada en su día por Norma en el mismo formato odioso de mini tomos, que mantenía el tono “realista” (o al menos todo lo realista que puede ser una historia protagonizada por una chica que sale de la tele) y que no queda claro si triunfó por la calidad de la trama o por los culos que dibujaba su autor. Aquí la serie ya aumentaba tanto el número de chicas como la cantidad de carne que enseñaban.
No mucho después, llegó Love Hina, de Ken Akamatsu, que publicado en su día por Glénat y rescatado ahora por Ivrea, nos narra las disparatadas (y normalmente muy embarazosas) situaciones que vive un cateador profesional en una residencia femenina. Aquí ya el realismo se difumina pronto, para tratar historias cada vez más absurdas y enrevesadas. Todo para justificar que los dos protagonistas no se digan “te quiero” y para enseñar carne a niveles industriales.
Y finalmente nos llega Monster Musume (Mi vida con las chicas monstruo) de Okayado y publicado por Yowu (antes, y quizá pronto de nuevo, Jonu), donde cualquier atisbo de realidad se pierde al ser las chicas de una raza de hombres-monstruo. Aquí no es ya que se enseñe carne, es que la serie roza peligrosamente el ser considerada hentai más que shonen, ya que a los numerosísimos desnudos se le suma el cómo es el desnudo o cómo actúan las chicas.
Resumiendo
A ver, si ya tienes algo de experiencia, este tipo de historias te parecerán todas iguales y es difícil encontrar alguna que te guste o divierta, pero si eres nuevo en el tema, o tienes el listón bastante bajo, sí es fácil que con este tipo de mangas pases un rato entretenido.
Obviamente, es más fácil que te gusten si eres un chico hormonalmente activo, pero como para gustos los colores, quién sabe si no resultará que a ti, que ni siquiera das una oportunidad a nada por debajo de una película de Mamoru Oshi, te resulte refrescante y llevadera alguna de estas historias.